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¿Qué son realmente los microplásticos?

Imagina algo tan pequeño que podrías tener miles de partículas en la palma de tu mano sin notarlo. Así son los microplásticos: fragmentos de plástico menores a 5 milímetros (más delgados que un cabello humano) que se han convertido en uno de los contaminantes más extendidos del planeta.

Estos diminutos invasores provienen principalmente de dos fuentes. Los microplásticos primarios son fabricados intencionalmente pequeños para productos específicos, como las microesferas en exfoliantes faciales o pasta dental. Por otro lado, los microplásticos secundarios resultan de la degradación de objetos plásticos más grandes como botellas, bolsas o juguetes que, con el tiempo y la exposición a elementos como el sol o las olas, se fragmentan en pedazos cada vez más pequeños.

Como explica María, una bióloga marina de 32 años: “Lo preocupante de los microplásticos es que, a diferencia de una botella que puedes ver y recoger, estos son prácticamente invisibles pero están en todas partes. Es como intentar limpiar arena esparcida por toda tu casa con pinzas”.

Un problema verdaderamente global

La omnipresencia de los microplásticos es quizás su característica más alarmante. Se han encontrado en los lugares más remotos del planeta: desde las profundidades del océano hasta la cima del Monte Everest, e incluso en la nieve recién caída de la Antártida.

Para dimensionar el problema, la ONU estima que anualmente se generan 400 millones de toneladas de residuos plásticos, y más de 14 millones de toneladas de microplásticos ya se han acumulado en los lechos marinos. En los océanos, podrían existir hasta 51 billones de estas partículas, superando en número a las estrellas de nuestra galaxia.

Carlos, un pescador de 58 años, comenta: “Cuando empecé a pescar hace 30 años, sacábamos peces limpios. Ahora, cada vez más encuentro plásticos en sus estómagos. Lo que me asusta es pensar que hay mucho más que no puedo ver”.

¿Cómo llegan a nuestro cuerpo?

Lo más inquietante es que estos diminutos fragmentos no solo están en el ambiente, sino que han encontrado su camino hacia nuestros cuerpos. Las principales vías de exposición son:

  • Ingestión: A través del agua (tanto embotellada como del grifo) y alimentos, especialmente mariscos. Una persona que consume agua embotellada regularmente podría ingerir hasta 90,000 partículas al año.

  • Inhalación: Respiramos microplásticos presentes en el aire, especialmente en ambientes urbanos. Se estima que una persona puede inhalar entre 74,000 y 121,000 partículas anualmente.

  • Contacto dérmico: Aunque menos estudiada, esta vía también podría permitir la entrada de microplásticos al organismo.

Un estudio reciente encontró microplásticos en la sangre humana, con 24 tipos diferentes de polímeros identificados en 18 de 20 muestras analizadas. Más preocupante aún, se han detectado en la placenta, lo que sugiere una posible exposición desde antes del nacimiento.

Impactos en nuestra salud

Aunque la investigación sobre los efectos exactos en la salud humana aún está en desarrollo, los hallazgos preliminares son preocupantes:

  • Daño celular e inflamación: Los microplásticos pueden causar toxicidad celular, estrés oxidativo e inflamación en tejidos y órganos.

  • Alteraciones metabólicas: Se han observado desórdenes en la alimentación y reproducción, así como cambios en el metabolismo energético.

  • Disrupción endocrina: Muchos plásticos contienen sustancias como ftalatos y bisfenol A (BPA), conocidos por interferir con el sistema hormonal, potencialmente causando problemas de fertilidad, obesidad y mayor riesgo de ciertos cánceres.

  • Problemas cardiovasculares: Un estudio de 2024 encontró que pacientes con microplásticos en la placa carotídea tienen un 450% más de riesgo de infarto, derrame cerebral o muerte en tres años.

Laura, médica de 45 años, explica: “Lo que más me preocupa como profesional de la salud es que estamos expuestos a estos materiales desde el útero hasta la vejez, y apenas estamos empezando a entender sus efectos acumulativos. Es como un experimento global no controlado”.

¿Qué podemos hacer?

Aunque el problema parece abrumador, existen acciones que podemos tomar a diferentes niveles:

A nivel individual

  • Reducir el consumo de plásticos de un solo uso: Opta por bolsas de tela, botellas reutilizables y envases retornables.

  • Revisar ingredientes: Evita productos con microesferas (busca términos como polietileno, polipropileno o microperlas en las etiquetas).

  • Preferir fibras naturales: La ropa sintética libera microfibras durante el lavado; el algodón, lino o lana son mejores alternativas.

  • Filtrar el agua: Utiliza sistemas de filtración en casa. Incluso hervir el agua puede eliminar hasta el 80% de microplásticos.

A nivel tecnológico e industrial

La innovación está generando soluciones prometedoras:

  • Electrocoagulación: Un método que puede eliminar entre el 90% y 100% de microplásticos del agua.

  • Oxidación electroquímica: Permite degradar hasta el 90% de los microplásticos en pocas horas.

  • Ecodiseño: Crear productos pensando en su impacto ambiental desde su concepción.

A nivel político

Las regulaciones son fundamentales:

  • Varios países han prohibido las microesferas en productos cosméticos, como Holanda (2014) y Reino Unido (2018).

  • La Unión Europea ha establecido un plan para reducir la contaminación por plásticos en un 30% para 2030.

  • Se están implementando políticas de Responsabilidad Extendida del Productor, que responsabilizan financieramente a los fabricantes por la gestión de los residuos de sus productos.

Un llamado a la acción colectiva

El problema de los microplásticos es sistémico y requiere un enfoque integral. Como señala Javier, activista ambiental: “No podemos reciclar nuestra salida de esta crisis. Necesitamos repensar nuestra relación con el plástico desde su producción hasta su disposición final”.

La buena noticia es que la conciencia pública está creciendo. Cada vez más personas, empresas y gobiernos reconocen la urgencia de abordar esta amenaza invisible. Aunque el desafío es enorme, también lo es nuestra capacidad para innovar y adaptarnos.

Los microplásticos nos recuerdan que incluso lo que no podemos ver puede tener un impacto profundo en nuestra salud y en el planeta. La pregunta es: ¿qué haremos con esta información? La respuesta determinará no solo nuestro futuro, sino el de las generaciones venideras.